Lloren, chicos lloren: De mitos peronistas y algo más

MITOS CRIOLLOS:
I.- “CON PERÓN SE DESARROLLÓ LA INDUSTRIA NACIONAL”
II.- “MODELO AGROEXPORTADOR”.
¡FALSO!
Entre 1880 y 1930 Argentina batió récord mundial nunca igualado, de 50 años ininterrumpidos de crecimiento a una fabulosa tasa del 5% anual acumulativo en una época donde el promedio de crecimiento era menos del 1% anual (crecer al 5% anual equivaldría a crecer hoy al 15% o más durante 50 años seguidos).

No miente Milei cuando dice que a finales del siglo XIX teníamos el PBI per cápita más alto del mundo. En todas las estadísticas figuramos hasta 1940 entre las 7 potencias económicas del orbe.
No es verdad cuando se reduce este crecimiento al agro. En esos 50 años la industria creció tanto o más que el agro, aunque vinculada a él y sin parasitarlo con retenciones (al campo) ni subsidios (a la industria).

Los ejemplos de la notable industria desarrollada en aquellos años, sin protección, subsidios ni prebendas, abundan:

*El alsaciano Emilio Bieckert, entre 1860 y 1870 inauguró en Buenos Aires una fábrica de cerveza con dimensiones y calidad europeos, antes de que esta bebida sea de un consumo popular en nuestro país.
*La familia Bemberg siguió con el ejemplo poco después con su emprendimiento en Quilmes; mientras, alemanes hacían lo suyo en las colonias santafecinas instalando una tradición cervecera que continúa.
*Melville Bagley, durante el gobierno de Mitre fabricó el primer producto inscripto en el Registro de Patentes y Marcas (su famosa Hesperidina) y más tarde incursionó con éxito en la industria alimenticia.
*Benito Noel, hizo de sus chocolates y golosinas una marca registrada durante durante siglo y medio.
*El alemán Jacobo Peuser, fundó un emporio de artes gráficas en 1868 dando a la actividad editorial argentina un impulso que la puso como líder absoluta de Iberoamérica por mucho tiempo.
*Sebastián Bianchetti en 1870 se hizo presente con sus balanzas en miles de comercios minoristas del país.
*Bartolomé Long inventó en 1875 la “desgranadora argentina” en Colonia Gessler (Santa Fe); en 1878 Nicolas Schneider fabrico el primer arado en Esperanza y en 1917 Jose Fric desarrollo la primer cosechadora autopropulsada del mundo en Pigüé, entre múltiples inventos y desarrollos que hacían de nuestro país un pionero en fórmulas productivas e innovaciones tecnológicas.
*En 1883, Tiburcio Benegas fundó la bodega “El Trapiche” convirtiéndose en una de las personalidades más importantes de la vitivinicultura de América del siglo XIX junto a Agoston Haraszthy en California y Silvestre Ochagavía en Chile.

Esto ocurría en una Argentina sin protección, sin subsidios y sin discursos industrialistas.
Pequeñas industrias de cerillas (fósforos) prosperaron en Barracas. De la unión de tres de ellas surgió en 1889 la Cía. General de Fósforos que continúa hasta nuestros días.

Empresarios como Ernesto Tornquist inviertieron e impulsaron actividades tan variadas como la fundición Zamboni, los astilleros de Berisso, las fábricas de óleo margarina de Seeber, cerámicas Ferrum, TAMET y Sansinena, entre otros emprendimientos. El mismo Tornquist se encontraba en 1886, ocupado en la exploración y explotación de petróleo y la construcción de ferrocarriles en el Norte de Santa Fe (cuando recién comenzaba a poblarse).

El austrohúngaro Nicolas Mihanovich llegó a la Argentina en 1860 e inició el imperio naviero que luego continuó Dodero.

En 1884 de la unión del belga Ernesto Bunge y su cuñado Jorge Born, surgió Bunge & Born para dedicarse a la comercialización de cereales. En 1899 la empresa adquirió un taller de cromo hojalatería, a través del cual incursionó en el mercado de envases. Nació así la empresa Centenera S.A., que se convirtió en la principal compañía dedicada a la producción de envases de hojalata en la Argentina. En 1902 el grupo instaló un molino harinero en el Dique III de Puerto Madero. Nace así la empresa Molinos del Río de la Plata.

En 1911 una huelga de los obreros de la panificación fue el estímulo para que Torcuato Di Tella inventase una máquina amasadora de pan. Fue tal su éxito, que creó la empresa Sección Industrial Amasadoras Mecánicas (SIAM), que en 1930 se transformó en una planta de fabricación de maquinaria industrial y electrodomésticos.

Luego esa empresa fue la metáfora perfecta de lo que NO debe hacerse si se quiere tener una industria digna de tal nombre. Una pujante empresa surgida sin ayuda del Estado, merced al talento competitivo de un pionero, terminó en bancarrota en 1972 después de algunas décadas de crecimiento errático en el contexto de un Estado intevencionista que paradójicamente decía ayudar a las industrias, señuelo que los hijos de Torcuato no dejaron de morder.

En 1924 Julius Steverlynck, fundó la Algodonera Flandria S.A. Con el tiempo se convirtió en una industria floreciente y en su entorno creció aceleradamente la ciudad satélite de Luján.
Desde 1853 fueron incontables los nuevos emprendimientos industriales vinculados directamente a la producción rural, como los frigoríficos y las industrias bodeguera, azucarera y lechera.
Las pequeñas industrias elaboradoras y comercializadoras de productos derivados de la leche prosperaron imparables. En 1855 apareció Magnasco Hnos.

Un poco más tarde fueron una explosión alrededor de las estaciones de tren que llevaron y trajeron progreso desde las grandes capitales al interior y del interior a las capitales: Sr. Svensoni (sueco) en estación Gándara, F.C.Sud (hoy Roca); “La Escandinavia”(suecos) en estación Jeppener, F.C.Sud.; “La Delicia” (suecos y argentinos) en estación Florencio Varela, F.C.Sud.; “La Martona” de Vicente Casares (argentino) en estación Vicente Casares, F.C.Sud.; Sr. Nicolás Rinaidini (italiano) en estación Marcos Paz, F.C.Oeste (hoy Sarmiento); Sr. Cohan (inglés), en estación Altamirano, F.C.Sud.; Sres. Larsen y Oisen (dinamarqueses), estación Chascomús, F.C.Sud; Sr. Jorge Guerrero, en Estación Guerrero, F.C.Sud; Sr. Tomás Mahon, en estación Altamirano, F.C.Sud.

Éste era el país que en 1889 asombraba al mundo en la Expo Universal de París, realizada con motivo del centenario de la Revolución Francesa y cuya estrella fue la Torre Eiffel. La otra estrella fue un pabellón que se parecía a un palacio y que se destacaba claramente en Les Champ de Mars, donde se desarrolló la exposición. Era el pabellón Argentino que empequeñecía al resto y donde brillaban por supuesto, la agricultura y la ganadería, pero también, industrias como Sansisena que impresionaba con novedades tecnológicas como una cámara de conservación de carne en frío para la exportación proveniente de las míticas pampas.

Los franceses hablaban por igual de los suelos y de las fábricas argentinas.
“Su futuro es tan grande, su prosperidad creciente, su situación excepcional, comparable a la de los Estados Unidos del Norte….” decían asombrados los periodistas.

Éste fue el sistema económico alberdiano, el modelo constitucional, mezquinamente llamado “agroexportador”, al que se decidió demonizar para destruirlo después, e inaugurar así la etapa de decadencia en la que Argentina pasó del puesto siete entre las primeras economías del mundo al puesto número setenta.

Hoy que todos se llenan la boca con los cinco premios Nobel argentinos recordé algunos datos.
El premio Nobel de la Paz Dr. Saavedra Lamas fue cesanteado en su cargo de docente de la UBA en 1946, cuando Perón intervino la Universidad. Su delito: no adherir al nuevo gobierno.
El premio Nobel de Medicina Dr. Houssay fue cesanteado en su cargo de investigador de la UBA por el gobierno de facto de 1943, del cual el Coronel Perón formaba parte y luego sería vicepresidente. El delito del Dr. Houssay: firmar una solicitada en apoyo a los aliados que se enfrentaban a la Alemania nazi. Otro gorila más.

También en 1943 el futuro premio Nobel Dr. Leloir abandonó su cargo de investigador en la UBA en solidaridad con su maestro el Dr Houssay. Emigró a EEUU y regresó a la argentina en 1946. Desde entonces y hasta el fin de sus días trabajó en la fundación Campomar, dado que la Universidad intervenida por el peronismo le cerró las puertas.
Disculpen si me río cuando los peronistas hablan de la educación pública y la investigación científica.

Se me pianta un lagrimón

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